martes, enero 23, 2007

Héroes...

Aquí un polémico editorial publicada por edición i (www.edicióni.com) para leer y discutir. La destrucción de Juan Perón que ensaya Néstor Kirchner expone un grave problema de la sociedad argentina: su carencia de héroes, o bien su obsesión por la destrucción de los héroes. El peronismo sin su héroe máximo, pierde no solamente su mística sino su protagonismo sociocultural.

Hay diferentes definiciones de ‘héroe’. Pero siempre es un modelo de la colectividad que lo honra con su culto público. En la literatura, y especialmente en las tragedias, el héroe puede tener graves defectos que le llevan a la perdición, y no deja de ser un héroe.

Los héroes se distinguen por sus acciones extraordinarias, y aquellas virtudes que el héroe debe manejar para devenir en un modelo de conducta para el pueblo que lo rodea, según el tiempo, el espacio y la cultura en que vive.

Muchas veces los héroes no miden las consecuencias de sus acciones, es aquí donde se origina la transgresión, que es la búsqueda de los sueños imposibles de alcanzar, que puede lleva al héroe a un final trágico.

A veces, una persona real puede alcanzar suficiente prestigio como para convertirse en un héroe en el imaginario popular.

El héroe clásico suele tener lo que Lord Raglan denominó “una biografía cultivada”, compuesta de tradiciones comunes que ignoraban la línea que separa el hecho histórico del mito. Rutinariamente el héroe encuentra una muerte misteriosa, su cuerpo no es enterrado, no deja sucesores y tiene uno o más sepulcros sagrados.

La creación del héroe es siempre una forma de añoranza. El héroe es el gran ausente, entra en la Leyenda y escapa de la realidad.

Hay una grave tendencia de la sociedad argentina a confundir a los héroes y su culto con el culto a la simple celebridad y, peor aún, a descreer en la posibilidad de lo heroico o creer en la inutilidad de su existencia.

Sin embargo, con los héroes, la sociedad tienen la oportunidad de fabricarse sus sueños de ser mejor. En los héroes veamos los deseos de ser de una forma o de otra y nuestras propias carencias.

Para que aparezca el héroe, la sociedad ha de tener un grado de cohesión suficiente como para que existan valores reconocidos y comunes. Sin valores compartidos, no puede existir un personaje que permita la ejemplificación heroica.

La condición de héroe, por tanto, proviene tanto de sus acciones como del valor que los demás le otorgan. La sociedad engendra sus héroes conforme a la imagen idealizada que tiene de sí misma, la meta hacia la que podría dirigirse.

Una sociedad sin héroes, probablemente, sea un grupo de personas que pierde su horizonte, y hasta la esperanza de tenerlo. Deberían recordarlo nuestros gobernantes a la hora de intentar reescribir, con abundante frivolidad, la historia.

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